Reportajes acerca de Oaxaca
Cultura

Leyenda de la Princesa Donají

Por: Travel by México

Leyenda de la Princesa Donají, Oaxaca
Cultura

Leyenda de la Princesa Donají

Por: Travel by México

Una variante poco conocida de la leyenda de la Princesa Donají es la que se narra en el Istmo de Tehuantepec. Aquí la historia no tiene que ver con la belicosidad de los pueblos mixtecos y zapotecas, sino con la raza zapoteca y el hombre blanco. Impregnada más del sentimiento amoroso del pueblo istmeño, aquí se nos presenta el sacrifico de la mujer zapoteca ante un amor imposible.

El contexto y parte de la historia se transforma, pero los elementos verosímiles y los valores que pregona se mantienen inalterables: Donají es una princesa zapoteca, valiente, que elige el sacrificio antes que faltar a una promesa, que en este caso es de amor.

El rey Cosijoeza, heredero directo de las hazañas de sus antepasados, era un terrible indio indómito, de bronceada tez, que tenía una hija, la bella Donají. Este rey gustaba de tener distintos lugares como centro de sus correrías para defenderse de sus enemigos, los mixtecos, los aztecas y especialmente los conquistadores españoles.

Por ello mismo llegó a instalarse en el punto denominado Cerro Venado -de Dani , cerro, y Dixhina , venado; en la cima de Dani Dixhina edificaron su palacio estando en inmediaciones del pueblo de Tlacotepec.
La joven princesa tenía la costumbre de dar sus cortos paseos matinales por lugares cercanos a su palacio y en uno de tantos descubrió un pequeño río que en su trayectoria formaba una caída, una cascada formando una laguna. Las aguas desembocaban en ella pasando sobre una enorme piedra llana y saliente, de tal manera que por debajo quedaba una cueva grande que mucho le agradó y le llamó su atención, convirtiéndola en su baño natural.

En la actualidad este lugar es conocido con el nombre de Guela Bupu, de Guela, hondo, y Bupu, espuma, (hondo espumoso) que producen las aguas en su caída. Sin embargo la princesa Donají no dejó su costumbre de dar sus paseos matinales por los cercanos bosquecillos, ya que a ellos afluían diversidad de pajarillos de vistosos plumajes o de admirables cantos que ella gustaba de ver y oír

Después del paseo solía bañarse en Guela Bupu, y a veces gustaba alejarse de sus propios dominios. Un día se alejó tanto que, no hallando el camino para regresar, se dispuso a descansar al pie de un frondoso pochote, quedándose dormida profundamente. En tal estado la encontró un capitán castellano quien sólo se concretó a mirarla y admirarla. Deslumbrado por la belleza india que tenía a la vista, no la turbó hasta que el despertar fuese natural. Despierta ya y espantada por la presencia del blanco junto a ella, se alejó y corrió hacia su palacio, donde halló a sus padres muy alarmados por haberse tardado en regresar, habiendo enviado a sus guardias a buscarla. Al día siguiente y como de costumbre, salió a su paseo a bañarse en el Guela Bupu; encontrándose con el blanco forastero a su regreso, quien le habló de sus amores, siendo correspondido por ella.

No obstante el desconocimiento de las lenguas entre ambos, la simpatía y el donaire, la atracción y la admiración, las miradas jugaron definitivo papel y vinó el entendimiento.

Natural da también que sus padres, los reyes, sabedores de los acontecimientos, no aceptaran en forma alguna la actitud de su real hija, para quien tenían reservada y resuelto ya su enlace con un broncíneo y valiente guerrero distinguido de los suyos.

La princesa rechazó inmediatamente y rotundamente la idea y proposición de sus venerados padres, les pidió clemencia, lo que no consiguió, jurando al cielo morirse antes que desposarse con el guerrero designado de su misma raza.

Llena de sórdida melancolía, desesperada e intranquila salió a su paseo ritual, a su cascada, a la Guela Pupu hermosa. Subió a lo más alto de la cima contigua desde donde se tiró para caer moribunda precipitadamente en Guela Butu, que arrastró el cuerpo inerme de la amada princesa, toda despedazada, toda ensangrentada.

Cuenta la leyenda que desde entonces los vecinos el lugar ven una hermosa jícara, siga , en zapoteco, que vaga en la superficie del agua y que nadie puede alcanzar, ni es capaz de intentarlo.
Saben que en ella va el corazón y la fuerza del amor de la hermosa Donají, símbolo de la virtud y la entereza de la glorificada raza zapoteca".