Un sábado por San Ángel

Definitivamente aquellos que afirman que la Ciudad de México “lo tienen todo” no están muy lejos de acertar a la verdad. Es cierto que lo moderno es punto clave para esta urbe de constante movimiento, pero también es cierto que no es lo único.

Aún cuando la vida cosmopolita devora calles y avenidas del Distrito Federal se pueden encontrar todavía rincones que rompen con todos los estereotipos de lo nuevo, devolviendo a sus visitantes el calor de lo tradicional entre típicas calles empedradas, casonas de arquitectura neoclásica y mucho, pero mucho encanto colonial.

Uno de estos rincones por excelencia es la colonia de San Ángel. Este antiguo poblado que comenzó como un lugar de veraneo y descanso para la gente de alta sociedad de la ciudad, cautivaba a todo el que llegaba por la frescura de su clima y la tranquilidad de sus alrededores. Poco a poco el crecimiento urbano rebasó los límites del fraccionamiento hasta convertirlo en una de las zonas más importantes como parte del Sur de la Ciudad. Pero ahora, si San Ángel hace ya parte de la enorme capital ¿que es lo que la hace tan especial?

En este punto es importante destacar que, salvo algunas modificaciones arquitectónicas, este fraccionamiento aún conserva mucho de su estructura original, al estilo de la más pura provincia. Pero lo más interesante, lo más típico se puede disfrutar los días sábado, un día que se debe reservar para visitar San Ángel como si se visitara otro estado de la república: con toda la calma del mundo.

Primero que nada los sábados son días de Bazar en el parque San Jacinto, un pequeño mercado de artesanías y antigüedades donde se aglomeran la mayor cantidad de curiosos entre puestos de ropa, joyería, zapatos, herrería, productos en forja, madera, deshilados y mucho más. Lo más importante es que la visita no termina con asistir a la plaza, despues del bazar el paseo se puede convertir en algo cultural pues alrededor se asientan la Iglesia de San Jacinto famosa por su retablo de estilo barroco, el Jardín del Arte donde sobresalen reconocidos trabajos pictóricos de diferentes artistas, el Museo Casa del Risco donde vale la pena observar cada detalle de su fuente en talavera y concha nacar. Y si después de tanta caminata surge el antojo, no hay problema, pues numerosos restaurantes con variedad en estilos de comida se asientan alrededor de la zona.

Parece increíble que la jornada termine despuntando el atardecer, cuando cada rincón regresa a su calma habitual y las expectativas del transeunte han quedado satisfechas con el colorido y folklore que solo San Ángel guardan en su interior.

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